Reflejos...
El único problema que había era que tenía muchas versiones de si mismo en un solo lugar: el cuarto vidriado lo molestaba. Pero lo que lo incomodaba más era el hecho de que se vea a si, en las diferentes versiones, cuasi desconocidas para él. Conocía por otros esa parte de la historia, de sus otros él; conocía sus manías y sus locuras, sus anhelos, sus conquistas y derrotas. Pero nunca se atrevió a mirarlos a los ojos y reconocerlos como parte de su ser, sino siempre los vio como dobles de riesgo para diversas situaciones: uno con aspecto intelectual, otro con apariencia alegre, otro con rasgos severos o tristes... y él. Y creyó tanto por tanto tiempo que él era él, que comenzó a verse como una unidad indisoluble, ajena y exclusiva, que empezó a odiar a esos reflejos que veía. De todos modos, si bien eso le molestaba, lo que lo irritaba más era el zumbido que siempre tenía en los oídos, esa especie de máquina infernal en constante funcionamiento, como estar dentro de una...